viernes, 17 de diciembre de 2010



Una escena en particular:

Cuando encontrás en la tele una película ya empezada pueden pasar dos cosas: podés conectar, independientemente que no termines de entender el contexto de los personajes y la historia, o podés mirar disperso, con poca atención en lo que se cuenta. Esta semana experimenté el primero de los casos.
En I-sat estaban pasando una película canadiense, Al Oeste de Plutón, ya había visto alguna escena, creo que del principio, pero en ese momento no permanecí en mi sofá asignado, no me acuerdo si cambié de canal o me levanté para hacer otra cosa, no la terminé de ver. Esta semana llegué a ver las últimas escenas, pero una en particular me pareció extra desgarradora.
Aunque ya hay películas de jóvenes en las que se explora la adolescencia como zona de vulnerabilidad, y no de pureza, hay algo en esta película que se impone, que inicia una conversación con alguna de esas cintas-dvds-.avis como es el caso de Kids. La escena que hackeó mi sensibilidad es la que sigue:
Uno de los personajes, Jerome, está enamorado de una chica que no lo corresponde. Por lo poco que vi de la dinámica con sus amigos parece que es algo retraído y no del todo desenvuelto en cuestiones sociales, pero como los nerds siempre terminan reivindicándose, con venganza poética o concreción de sus fantasías, Jerome expone su núcleo espiritual y la pantalla se ilumina con su dolor:
Baja desde las gradas de un predio de hockey sobre hielo, toma el micrófono y rima su desesperación amorosa a los gritos.
Y hay algo desgarrador en esa escena, porque lo que se ve no es el mundo de posibilidades que se presenta para un jóven, lo que se ve es a un hombre, con 18 años no cumplidos, en carne viva.
De todo su parlamento me quedó grabada una frase:
Tu est le premier soleil